
La esperanza mueve a un mundo herido: Mtro. Antonio Lama, SJ
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Guerra, hambre, conflicto. Dolor, angustia, tristeza. El mundo pasa por un momento marcado por la efervescencia política, social y humana que afecta directamente la calidad de vida de las personas. Tan solo en México, tres de cada diez personas padecen algún trastorno mental a lo largo de sus vidas; la depresión y la ansiedad son las principales condiciones.
Este fenómeno, que se ha vuelto aún más importante desde la pandemia, lleva a buscar una esperanza que no sea ciega, sino que esté anclada en la realidad, que sostenga a la humanidad, sus anhelos y necesidades, y que sea también una brújula de sentido para la vida.
Así lo plantea el director de Vocaciones y Juventudes Jesuitas en la Ciudad de México, el Mtro. Antonio Lama Pacheco, SJ, quien, en el marco de la Jornada Ignaciana de la IBERO Puebla, retomó una de las virtudes olvidadas en el tiempo reciente en su conferencia Anclados a la esperanza.
“Estamos viviendo en un mundo en donde la esperanza nos guiña un ojo, donde el mundo no está completo o algo de algún modo viene cojeando. Me parece curioso que, en estos momentos en donde vivimos una realidad compleja, en todos sentidos nos aparezcan de pronto verdades terminadas”, tales como la necesidad de bienestar a toda costa.
“Nuestros pasos, aunque llenos de quejas, están llenos de esperanzas”: Mtro. Antonio Lama Pacheco, SJ.
Si bien el Mtro. Lama Pacheco no menosprecia aspectos como la importancia de la salud mental e integral en la actualidad, es crítico sobre lo que se ha convertido esa búsqueda: “La modernidad de pronto nos ha vendido que podemos llegar a un progreso, y el progreso lo alcanzamos con nuestras propias manos. Irónicamente, lo que ha producido ese mundo es una frustración tremenda”.

“De pronto nos venden una vida como carente de conflicto, como si nosotros tuviéramos que estar en un paraíso idílico y eso fuera la felicidad, y resulta peligroso. […] El querer resolvernos la vida nos mata; entonces, vivimos una vida en función de los otros”, explicó. Es ahí donde la esperanza entra ya no solo como un esperar algo para el futuro; se vuelve un ancla de sentido para el presente, y un cimiento para el futuro.
Según el padre jesuita, la esperanza no es solo algo que queremos, esperamos o incluso algo irreal, algo que “quiere decir que la realidad sea diferente”; es más bien una transformación de la mirada. “La esperanza nos ayuda a ver más allá de lo evidente, es decir, a poder entender todas las capas de la realidad”.
Pero, cuando la realidad se llena de violencia y el panorama parece desolador, ¿cómo es posible tener esperanza? El Mtro. Antonio Lama afirma que ahí, en ese dolor que se siente y sale entre quejidos, también está presente: “Que no nos parezca normal todo lo que existe y nos deshumaniza, eso es motivo de esperanza. La esperanza habita en nosotros, de alguna u otra forma”.
En sus palabras, “la esperanza es peregrina porque tiene un rumbo. Porque va descubriendo las diferentes paradas del camino sobre el andar. Nosotros no tenemos claro cómo hacer de este mundo un mejor lugar, pero paso a paso vamos descubriendo elementos, a veces con lo que queremos y a veces con lo que no queremos”.
Ese andar es el que conduce el sentido, donde, además, se afirma la esperanza como empática, y presente en contextos donde hay sufrimiento. Aquellos donde la esperanza puede ser “una certeza total del corazón de que no se puede caminar por otro rumbo, porque este es muy claro”.
El padre Lama, también egresado orgulloso de la IBERO Puebla, cerró recordando a la audiencia que para encontrar la esperanza en sus vidas hay que volver a los básicos: a uno mismo. “Yo lo que quiero es hacerles un llamado a volver al sepulcro vacío. Jesús no está muerto en nuestras vidas. Jesús nos está llamando, está llamándonos a los momentos de difíciles, que es donde está la vida, y nos está pidiendo responder y construir su reino ahí”.